La playa de los ahogados by Domingo Villar

La playa de los ahogados by Domingo Villar

autor:Domingo Villar [Villar, Domingo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T05:00:00+00:00


* * *

Las siguientes tres llamadas estaban relacionadas con problemas de tráfico; el quinto oyente denunció la escasa iluminación de las calles próximas a su domicilio; el sexto era un hincha de fútbol indignado por la marcha del Celta; luego llamó un hombre que había extraviado a su perro…

«Municipales once, Celta uno, Leo cero», podía leerse en el cuaderno al finalizar el programa.

Caldas no había ofrecido soluciones a ninguno de los oyentes, pero como cada vez que él se callaba Losada levantaba la mano y sonaba aquella maldita melodía, había hablado más que otras veces.

Se retiró los auriculares.

—¿Cómo se titula esa música que pones antes de mis respuestas?

—Se llama Promenade o Walking the dog.

—¿De las dos maneras?

Santiago Losada asintió:

—Es de Gershwin.

—¿No recuerdas que te pedí que no la volvieras a poner?

—A mí me parece que queda bien.

Leo Caldas recogió su teléfono de la mesa y se puso en pie.

—A mí no.

—Pues todo el mundo dice que le encanta.

—¿Quién es todo el mundo?

—No sé, Leo —el locutor señaló la ventana que daba a la Alameda—. Todo el mundo. ¿No sales a la calle?

Caldas no le contestó. Cerró el cuaderno y se dirigió a la puerta del estudio.

—Además, es una melodía que encaja a la perfección con lo que buscamos, Leo.

El inspector se volvió.

—¿Lo que buscamos? ¿Me quieres explicar qué carallo es lo que buscamos? Además, me da igual lo que busquemos. No quiero que la pongas más. No mientras yo esté en antena.

—Te recuerdo que yo soy el director del programa.

—Tú lo que eres es un imbécil.

Caldas salió del estudio y se despidió con la mano de Rebeca. Al bajar las escaleras, el conserje le salió al paso.

—Ha venido un hombre a verle, inspector.

—Mierda, el tipo de los controles de alcoholemia. ¿Dónde está?

—Se marchó.

—¿Adónde?

—No lo sé. Cuando le dije que no podía subir, se fue.

—¿No le dejó subir?

—Claro que no —dijo el conserje—. Estaba borracho.



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